Autor: Dan Ariely
Editorial: Ariel
Conozco desde hace algún tiempo la excelente labor de Ariely, por lo que cuando vi este libro, no dudé en cogerlo sin mirar siquiera la contraportada.
Como en su anterior obra, Ariely narra diversos experimentos en psicología, sus resultados y las ideas que sugieren respecto de la naturaleza humana. Si en la obra anterior, Las trampas del deseo, nos hablaba de los problemas que supone la irracionalidad nuestra mente, en este libro trata de mostrar diversas ventajas que podrían derivarse de la irracionalidad del ser humano, señalando varios mecanismos y prejuicios congnitivos que nos llevan a comportarnos y pensar de ciertas maneras en determinados escenarios, desde la venganza, a la toma de decisiones (cada decisión que tomamos condiciona las posteriores), la elección de pareja, la motivación en el trabajo, etc.
Quizá lo más destacable de este libro, al margen del tema central (como usar irracionalidad en nuestro favor) y los experimentos descritos, es el tono personal que le da. El autor nos habla a lo largo del mismo de sus propias experiencias personales, particularmente lo que supuso a lo largo de su vida el accidente que a los 18 años quemó y deformó gran parte de su cuerpo y rostro. Actualmente casado y con dos hijos aun tiene dolorosas secuelas, pero eso no le ha impedido escribir este ameno libro.
A continuación algunos extractos interesantes:
Este en particular da mucho que pensar en trabajos muy técnicos y mentales como es el desarrollo de software, y podría explicar por qué muchos programadores no hacen tanto como deberían por la calidad del mismo.
[Hablando sobre un experimento donde se pagaba por un trabajo que o bien se revisaba delante del sujeto, o bien se ignoraba delante del sujeto o inmediatemente delante del sujeto se destruía sin que nadie lo revisase] Este experimento demuestra que dejar el trabajo desprovisto de sentido es asombrosamente fácil. Si usted es encargado y quiere desmotivar a sus empleados, destruya su trabajo delante de sus narices. O si no quiere ser tan grosero, limítese a ignorar sus esfuerxos. Y, por el contrario, si usted quiere motivar al personal para que trabaje con y para usted, sería útil prestar atención a las personas, a su esfuerzo y a los resultados de su trabajo.
Existe otra posibilidad de entender los resultados de este último experimento. Los participantes de la condición destructora enseguida se daban cuenta de que podían hacer trampas puesto que nadie se tomaba la molestia de evaluar su trabajo. De hecho, si estos participantes de la condición destructora enseguida se daban cuenta de que podían hacer trampas puesto que nadie se tomaba la molestia de evaluar su trabajo. De hecho, si estos participantes fueran racionales, deberían haber hecho trampas e insistir en la labor hasta el final para ganar el máximo posible de dinero. El hecho de que los individuos en la condición del reconocimiento perseveraran más, y de que los del grupo de la destrucción trabajaran menos también sugiere que, en lo que se refiere al trabajo, la motivación humana es compleja. No puede reducirse a la simple solución de compromiso de "trabajo por dinero".
[...]
[Hablando sobre el dolor, un experimento con lesiones, pacientes terminales y los tratamientos de rehabilitación que tuvo que llevar a cabo durante años] Sospecho que la gente con lesiones como las mías aprende a asociar el dolor con la esperanza de mejora (y que este vínculo entre sufrimiento y esperanza elimina parte del miedo inherente a las experiencias dolorosas). [En el caso de los enfermos crónicos sin embargo] Para ellos, el dolor iba asociado al empeoramiento y a la proximidad de la muerte. En ausencia de cualquier asociación positiva, el dolor debe de resultar más espantoso e intenso.[...]
Nuestra felicidad depende en gran medida de nuestra capacidad para evitar compararnos con el vecino. Pero, por fortuna, cuando conseguimos controlar en qué entorno nos inscribimos (es decir, cuando conseguimos apartarnos de aquellos vecinos con los que la comparación nos hace sentir mal) podemos llegar a ser muy felices.Aquí me da por pensar que quizá es muy mala idea tener economistas en cualquier gobierno o puesto de responsabilidad social. Además apuntala mi idea de que los comerciales no son gente de fiar, dado que estan acostumbrados a pensar en términos de gano-pierdes y centrarse exclusivamente en sus objetivos a corto plazo y delegar marrones.
[Sobre el juego del ultimatum y como los economistas no juegan como personas normales] A los economistas y a los estudiantes de economía se los entrena para esperar de las personas comportamientos racionales y egoístas. De modo que cuando toman parte en el juego del ultimatum, los remitentes [los que deciden el reparto] economistas piensan que lo correcto es ofrecer un reparto de 19 para ellos y 1 para el destinatario [en el experimento usaron 20 dólares], y (como les han ensañado a pensar que actuar racionalmente es lo correcto) los destinatarios economistas aceptan la oferta. Pero cuando los economistas juegan con individuos que no lo son, se quedan profundamente desconcertados cuando sus ofertas desiguales son rechazadas.
[...]
Deseo fervientemente que desconfíe de sus intuiciones y realice sus propios experimentos para intentar tomar mejores decisiones. Cuestiónese su comportamiento, el de su empresa, el de los empleados, el de otras empresas, y también el de la administración, los políticos y los gobiernos. Así descubrimos formas de superar algunas de nuestras limitaciones, y ésa es la gran esperanza de las ciencias sociales.Bonus: la idea central de por qué es mala idea dar super sueldos, particularmente en banca y demás, está disponible en vídeo. Y en TED tienen algunas presentaciones y otros materiales de Dan Ariely para quien esté interesado.
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