Este mes, en el número 30 de la revista Mente y Cerebro, venía un artículo muy interesante sobre la toma de decisiones titulado “Pienso, ¿acaso yerro?” cuyo autor, S. Alexander Haslam, explora la “conveniencia de decidir con rapidez en cuestiones vitales y la necesidad de actuar con mayor reflexión en otras situaciones”.
En el artículo se citan a modo introductorio la célebre leyenda alejandrina del nudo gordiano, el modelo de conflicto para la teoría de decisiones de Irving Janis y Leon Mann (procesos de decisión complejos para evitar los peligros de pensar en colectivo), los casos de la administración Kennedy en Bahía de Cochinos (rápida y desastrosa) y la crisis de los misiles de Cuba (acertada y muy meditada). Y más adelante, en el artículo en sí, se hace un repaso de diversos estudios y razonamientos que apoyan la idea (desgraciadamente malentendida) de que los procesos inconscientes funcionan mejor que la reflexión consciente cuando se trata de tomar decisiones complejas, esto es si no entendí mal los estudios citados, las que atañen a 12 criterios, probablemente menos.
Finalmente el cuadro que se presenta, apoyado por una entrevista en las siguientes páginas a Gerhard Rooth*, y otro artículo titulado “Apostar a conciencia” (de Christof Koch y Kerstin Preuschoff), parece soportar la idea de que a nivel inconsciente los humanos realizamos un gran procesado de información, mucho más fiable que el proceso meramente consciente, por lo que a la hora de tomar decisiones, lo ideal sería, no complicarnos con decisiones sin importancia (como el color de los calcetines), pero reflexionar largamente los temas importantes y consultarlos con la almohada antes de tomar una decisión compleja. Si tras la reflexión y el procesado inconsciente (que se lleva a cabo en segundo plano en los días posteriores cuando ya no nos ocupamos conscientemente del tema) el instinto nos dice que es buena, probablemente sea la mejor decisión, pero si por el contrario, el instinto nos dice que algo no cuadra, deberíamos volver a reflexionar sobre el tema.
Supongo que no seré el único al que estos consejos, le resultan familiares, quizá no por haberlos oído de manera popular (p.e.: consultar con la almohada) sino por haber experimentado ese instinto (aparentemente) infundado de que algo esta mal en una decisión sin poder aportar un porque, hasta que más adelante nos hacemos conscientes de la razón, quizá demasiado tarde. Y posiblemente por esa razón esta serie de tres artículos me ha llamado tanto la atención.
Además, el artículo de Haslam recomienda algo bastante difícil de observar en el mundo, y sin embargo (según mi experiencia) esencial en el proceso de aprendizaje y reflexión. Cito el párrafo:
“También nuestra lógica cotidiana es propensa a los errores. Debemos, pues, someter tanto nuestras ideas preconcebidas como los juicios supuestamente seguros a evaluación crítica. Si no, corremos el riesgo de tomar decisiones basandonos en errores de pensamiento de los que no somos conscientes.”
Enlaces relacionados:
Conclusiones apresuradas, en Barrapunto.
Prejuicios, actualización y software, anteriormente en esta bitácora.
Bibliografía recomendada:
On Making the right choice: the deliberation-without-attention effect.
Sobre los autores citados:
S. Alexander Haslam es profesor de psicología social en la Universidad de Exeter.
*Gerhard Rooth es Profesor de psicología de la conducta y neurobiología evolutiva en la universidad de Bremen.
Christof Koch. Era profesor de biología e ingeniería del Instituto de Tecnología de California en el momento de escribir el artículo pero parece que se ha ido a Suiza.
Kerstin Preuschoff es investigadora postdoctoral en teoría de la decisión y neurociencia en el Instituto de Tecnología de California.
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