Esta es una lista de cosas que me han llamado la atención en Islandia:
- Los grifos de las duchas en la mayoría de los hoteles tienen 2 controles, uno para la presión/volumen de agua que se desea y otro para la temperatura del agua. Esto es realmente útil teniendo en cuenta que allí hace frío y el agua sale caliente desde el interior de la tierra, por lo que se evitan tener que perder el tiempo en regular la temperatura como se suele hacer aquí con los mandos de volumen para el agua caliente y fría o el menos incómodo monomando que requiere de práctica y buen estado (en mi cocina baila un poco así que no se puede regular demasiado bien).
- Los islandeses no piden paso, empujan. Es una costumbre local que nos advirtió Begoña, una camarera española que vive en Reykjavik y a la que Sardá entrevistó en su programa de vacaciones pagadas Duttifri, pero que también puede leerse en los panfletos sobre la vida nocturna que se distribuyen por allí. Por si fuera poco, tuve ocasión de comprobarlo en la misma cafetería donde Begoña nos lo comentaba cuando empecé a ser empujado por las camareras nativas en cuanto me situaba en algún lugar no demasiado propicio para su paso.
- Las autoridades islandesas sobreentienden que las personas que visitan su país son responsables de sí mismos, por lo que si existe algún peligro no evidente, este está señalizado con un cartel y un cordón que delimita un área segura, así que cuando estás allí visitando sus parques nacionales solo te encontrarás cordones y carteles señalizando la existencia de agua muy caliente que no parezca estar hirviendo. Mientras que los peligros evidentes como acantilados, precipicios y cascadas, se suponen evidentes a cualquier persona con ojos funcionales, como en la foto siguiente.
- Reykjavik suele publicitarse como una ciudad cosmopolita con mucha marcha, pero para los estándares españoles solo llegaría al nivel de pueblo con mucho dinero. Eso se traduce en moda cutre a precios altos en toda la ciudad. De hecho, he comprendido que Bjök no viste raro, sino que compra su ropa en tiendas céntricas de Reykjavik.
- Los islandeses aman la naturaleza y por ello intentan tener en la de su país el menor impacto posible. Esta devoción se traduce en naturaleza abierta y limpia que se procura mantener lo más original posible. Algo muy de agradecer por los turistas que la visitan.
- La fauna domesticada local parece limitarse tan solo a 3 animales: ovejas, caballos y vacas. Por supuesto son especies locales adaptadas a las circunstancias, así que son de menor tamaño y más pelo que el que podría esperarse en España. En cuanto a animales salvajes tienen zorros árticos, renos (alces) y montones de aves. Al parecer también hay especies “invasoras” (traídas, criadas y liberadas adrede o por accidente) como conejos o visones que estoy seguro de que acabarán dándoles problemas.
- La comida ha sido realmente buena, especialmente aquella que incluía pescado o cordero, probablemente los únicos dos alimentos que les sobran. Eso sí, mención aparte tienen aquellas comidas catalogadas como “tradicionales” como el “hákarl” (esencialmente tiburón podrido), que solo consumen los turistas, y que solo pueden catalogarse como comidas de supervivencia. Sin embargo, el “hardfiskur” (pescado seco) y el “skyr” (una especie de yogur con queso fresco) están bastante ricos.
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